Sé de lo que hablo, porque alguna vez he hablado de lo que sé. Supongo que decir esto no es lo más correcto, pero qué demonios, nada de lo que tú necesitas se ha parecido nunca a lo más correcto. Sé lo que es vestirse de Caperucita y salir a comerse el bosque, a comer del bosque, a ser comido en el bosque. También sé que ella podría disfrazarse de Lobo si quisiera, porque un día yo lo hice, y nadie notó la diferencia.
La ley de la sabana
Hay cosas que tienen sentido, y es precisamente porque no tienen ningún sentido, y ésa es su razón de ser. De la misma manera que la nada lo es precisamente todo cuando no hay otra opción para elegir. Las explicaciones perfectamente lógicas son una bomba de relojería: tarde o temprano explotan y te dejan con el mismo mal sabor de boca que tenías cuando pensabas: ‘no soy lo bastante bueno para ciertas cosas’; y es que la lógica la inventó un enfermo con traje gris, que había olvidado el significado de una bicicleta en verano. Sin embargo, soy bastante bueno en otras cosas, como jugando a las cartas. ¿De qué te sirve apostar si nadie se hace rico en el black jack? El que gana un millón de dólares realmente jugaba con dos, y varios ases en la manga. Bueno, pero ¿qué sería de tu vida sin cartas para jugar? Hay heridas del pasado que no cicatrizarán nunca, y amputaciones que nunca han producido dolor a nadie, más que a mí que pienso en ello y me estremezco, y eso lo veo hora tras hora, en los rostros de los venusianos que pueblan mi planeta.