Leena tuvo un sueño extraño. Lo más extraño es que podía recordarlo todo, cada detalle, sensación, pensamiento, con una vividez que no no cría haber experimentado nunca antes.
Pudo sentir el océano, y cómo su propia consciencia se disolvía lentamente en él. Cada roca, guijarro, grano de arena que alguna vez acariciaron sus olas en la costa. Cada fósil, concha, resto de estructuras parecidas a corales, que alguna vez reposaron en su fondo. Cada corriente submarina, cada rayo de sol, el constante calor emitido por el núcleo aún caliente del planeta…