El alba

Hay un lugar donde van los soñadores que han dejado de soñar. Donde las finas cuerdas de la esperanza huelen a guitarra. Hay una razón por la que las musas casi siempre son mujeres, y casi siempre son hermosas. Hay jardines vacíos llenos de gente, y de música. Peter Pan era un niño que reía y daba palmadas, y un hombre que luchaba contra malvados piratas. Existen lugares llenos de poesía, de melancolía. Hay lugares que están llenos de ti.

Algunos hilos tejen redes, y algunas redes abrigan en invierno. Otras son raíces, y casi todas están hechas de sueños. Se han escrito muchos cuentos sobre caminos y apenas sobre llegadas. No hay romance sin noche estrellada. No hay novelas sin alguna gente buena, ni alguna gente mala. Todo es distinto con el frescor de la mañana. El mundo entero cambia a la luz de las velas.

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Jake de nuevo

Lo cierto es que siempre ha habido gentes de todo tipo en la ciudad. Desde que tengo memoria, he salido a las calles encontrándome rebaños de turistas perdidos entre una mezcla muy característica de olor a inciensos y humedad, ojeando piezas de orfebrería en la calle Praterías. En las aceras mojadas, como parte del paisaje, pintores que han inmortalizado en carboncillo las maravillas de la plaza de Fonseca, soñadores que vendían, y venden pulseras de hilo y otras baratijas, y juglares que aún cantan dando vida a las esquinas. Siempre ha habido hombres y mujeres de muchos sitios muy lejanos, muy distintos pero muy iguales en el fondo; todos buscaban algo, todos estaban impregnados de Santiago.

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Jake (Revisado 2006)

Jake era un chico del sur, alegre, soñador y vivaracho. De pequeño oyó decir a su padre que algunas mujeres, algunas veces, no mentían, y a su madre, que otras tantas eran los hombres quienes no hacían daño. Así que Jake pensaba que estaba prevenido y preparado para todo. Y creció muy deprisa.

Un buen día Jake decidió salir a ganarse las habichuelas fuera de casa. La vida en el sur era difícil para bohemios empedernidos, y en los bares y las plazas los ancianos hablaban de lugares mejores. Contaban leyendas que describían tabernas de piedra en nada parecidas a aquellas paredes de yeso donde se apuraban las jarras de cerveza sureña; rincones cálidos salpicados entre calles mojadas, donde una magia cautivadora se respiraba en el aire, los fantasmas moraban entre las vigas de madera de las alcobas, donde las sensaciones afloraban y el arte manaba de la roca enmohecida por el tiempo, y donde, si estabas triste, los juglares te devolvían la alegría.

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Jake (2005)

Jake era un chico del sur, alegre, soñador y vivaracho. De pequeño oyó decir a su padre que algunas mujeres, algunas veces, no mentían, y a su madre, que otras tantas eran los hombres quienes no hacían daño. Así que Jake pensaba que estaba prevenido y preparado para todo. Y creció muy deprisa.

Un buen día Jake decidió salir a ganarse las habichuelas fuera de casa. La vida en el sur era difícil para bohemios empedernidos, y en los bares y las plazas los ancianos hablaban de lugares mejores. Contaban leyendas que describían tabernas de piedra en nada parecidas a aquellas paredes de yeso donde se apuraban las jarras de cerveza sureña; rincones cálidos salpicados entre calles mojadas, donde una magia cautivadora se respiraba en el aire, los fantasmas moraban entre las vigas de madera de las alcobas, donde las sensaciones afloraban y el arte manaba de la roca enmohecida por el tiempo, y donde si estabas triste, los juglares te devolvían la alegría.

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Jake

Jake era un chico del sur, alegre, soñador y vivaracho. De pequeño oyó decir a su padre que las mujeres algunas veces no mentían, y a su madre que otras tantas eran los hombres quienes no hacían daño. Así que Jake estaba prevenido y preparado para todo. Y creció muy deprisa.

Un buen día Jake decidió salir a ganarse las habichuelas fuera de casa. La vida en el sur era difícil para soñadores, y alguien hablaba en los bares de ciudades mejores. Tan sólo leyendas urbanas que describían tabernas de piedra en nada parecidas a aquellas paredes de yeso donde se apuraban las jarras de cerveza sureña; rincones salpicados entre calles mojadas, donde la magia cautivadora se respiraba en el aire, y de cuando en cuando algún fantasma te podría devolver la sonrisa.

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