Perspectiva

En aquella casa hacía calor, la pista del circo estaba llena y nadie había escatimado en maquillaje. La felicidad sale barata, si la sabes encontrar, aunque hay quien es capaz de pagar mucho dinero. También hay quien la busca de noche, cuando sólo los búhos saben por qué aúllan los lobos.

La calle, sin embargo, comenzaba a llenarse de cuerpos. Se movían, no estaban del todo muertos, no estaban realmente podridos, pero tenían el cerebro adormecido, y lo vomitaban en las esquinas. Una linda pareja intentaba resistirse a la corriente. Ella era bonita, también él parecia un buen tipo, de esos que en las películas nunca hacen daño, o si lo hacen es en la segunda parte. Argumentaban contra una cara demacrada sobre algo que tal vez tenía su sentido… más victimas del movimiento. El pato a la naranja se lo comen algunos pero siempre lo pagan los mismos.

Había otra pareja no menos linda, aunque algo mejor vestida. Éstos no iban a pie, pero se las veían con una de esas manadas de lobos comepastillas que aúllan mientras los búhos se ríen de nosotros. Los lobos rugían con sed de sangre, él sacaba su orgullo y sus garras para defenderla a ella. Qué romantico, ¿verdad? ¡Qué suicida! Ella era guapa, y lista. Sospechaba que la sangre no aplaca a las fieras, todo lo contrario: sabía que lo mejor era correr. Se salvaron por los pelos.

Yo también había escapado de mi particular escaramuza. Me había visto atrapado en una red de araña, y tuve que sudar, sacar dientes y morder para poderme liberar. Tenía la picadura más venenosa de los libros de historia natural, y la sangre muy fría. Demasiado fría. Ella nunca deja escapar una pieza sin llevarse su parte, y yo no salí ileso del encuentro. Parte de mí se había qedado atrapada en algún lugar parecido al limbo, pero más oscuro, húmedo, y lleno de ratones y muñequitas con cuchillos de carnicero.

Con lo cual, no me costó convertirme en un témpano de hielo que flotaba en aquel océano de almas y de cuerpos no-del-todo-muertos. Me dejaba llevar, a la deriva, pero me sentía seguro… sabía que aquello no iba conmigo. Entumecido por su picadura, no sentía el olor de la degeneración así que, supongo, seguir andando fue tan sencillo como aprender a resignarme un poco.

Pasé la noche pensando en la gente que moría por una causa, en islas tropicales, en el siglo XIX, en musas, en ángeles sin alas y diosas con sexo, en ella, en ella, en ella también, en todas juntas, en las parejas bonitas que sobreviven como pueden, en vendavales, en lo grande que es luchar por algo pequeño, y en lo poco que algunos creen que cuesta circular por autopistas abarrotadas de camiones. El mundo de ahí fuera, me dije, tampoco está tan mal.

Todo es cuestión de perspectiva.

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