02 – Pyke

El comandante Pike estaba de pie en la cubierta de la fragata estelar S. M. Nautilus. No estaba teniendo un buen día, y no era sólo porque llevara casi un año en el espacio sin pisar tierra firme, fuera del planeta que fuera.

Gracias a la tecnología de ondas gravitacionales usada en los generadores de gravedad, descubierta y perfeccionada casi un siglo atrás, hoy era posible vivir en el espacio durante largos períodos de tiempo. El repertorio de problemas que los primeros pioneros espaciales sufrían tras largos periodos de ingravidez, era parte del pasado: pérdida de masa muscular, debilitamiento óseo, acumulación de líquidos en las extremidades… Pike estaba en plena forma física, a sus casi 80 años de edad y a punto de una ansiada jubilación anticipada – la ingeniería genética había alargado la expectativa de vida media a cerca de 150 años.

Sus“halcones”, sin embargo, no estaban en tan buen estado. Delante de él yacía una decena de cazas espaciales, despedazados, quemados y en general con importantes signos de haber perdido una reciente batalla. A su lado estaba Gino Salvatti, jefe de ingeniería, con los brazos cruzados y el gesto preocupado.

– Señor, no tenemos suficientes repuestos. No sé cómo vamos a reparar estos halcones.

– Señor Salvatti, no me diga lo que ya sé. Dígame qué se puede hacer con ellos. ¡Deme una solución!

El ingeniero jefe recorrió el escuadrón de naves dañadas con la mirada.

– … tendría que desmontar completamente los restos, señor; quizá sacrificar uno para con las piezas reparar dos o tres halcones dañados. Llevará días, señor…

– ¡No tenemos días! Si esos jodidos piratas vuelven, lo siguiente que harán saltar en pedazos no serán nuestras naves, sino nuestras cabezas. ¡Necesito esos halcones reparados para ya!

Piratas del espacio. Los dispositivos de transporte dimensional, o DTD, habían dado lugar a una explosión en la velocidad de la exploración espacial, muy similar a cómo el auge de la aviación a mediados del siglo XX había asentado las bases de la globalización. Este gran cambio tecnológico cambió drásticamente la exploración espacial como se conocía entonces, facilitando, dos siglos y medio más tarde, el desarrollo de una civilización planetaria de tipo II según la escala de Kardashov. La especie humana era capaz de explotar los recursos y energía del sistema solar, y por primera vez en su historia se aventuraba más allá, hasta los confines de la Vía Láctea.

Lo primero que sucedió a este auge de los viajes espaciales fue el establecimiento de bases en los planetas del sistema solar más ricos en recursos escasos en la Tierra, para abastecimiento de minerales, investigación científica y control militar. Materiales como el coltán, incluso elementos como el agua pura eran insuficientes en la Tierra para abastecer la creciente demanda de una población planetaria en constante aumento.

La siguiente meta lógica fue el control de los recursos de la galaxia, por lo cual la EASE (Earth Agency Space Exploration) se había servido de estos transportadores, instalados en estaciones espaciales del tamaño de buques transatlánticos, para establecer bases de investigación en diferentes sistemas solares vecinos.

Al mismo tiempo, las corporaciones privadas no dejaron pasar la oportunidad, y vieron un verdadero filón en el transporte relativamente barato de grandes cantidades de materiales que suponían los DTD. Establecieron sus propios laboratorios y grupos de investigación, y enviaron a su propio personal a explotar los recursos de los planetas descubiertos. Siempre que llegaran antes que ningún gobierno, nadie podría reclamarles posesión de los recursos descubiertos, según el acta espacial de la convención de Zürich de 2156. A la exploración de los planetas más lejanos se dedicaban los freelancers, amantes de la aventura por naturaleza, o pilotos espaciales militares caídos en desgracia. Así, varias bases de acumulación y distribución logística de materiales aparecieron espontáneamente hasta en los confines más lejanos de la galaxia.

Y donde hay comercio, hay beneficios, y gente dispuesta a obtener su parte, a cualquier precio. La piratería era algo común en estos sistemas alejados de la Tierra. La armada espacial internacional (ISN por sus siglas en inglés) tenía una fuerte presencia en bases comerciales más cercanas, pero en el otro extremo – literalmente – de la Vía Láctea su aparición era anecdótica. Y, en algunos casos, relativamente inútil debido al fuerte armamento de ciertos corsarios. En el sistema solar BX-3569, donde la Nautilus se encontraba, nunca antes se habían detectado piratas, y esta vez habían cogido a la tripulación de la fragata, y al propio comandante, totalmente por sorpresa.

En ese momento se acercó el oficial Jiménez, con un paso firme, rápido, y la respiración entrecortada.

– ¡Comandante! ¡Señor!

– ¡Maldita sea, Jiménez! ¡Qué! ¿Qué se ha roto ahora?

– No es eso, señor. Es la DimCom, señor. Hemos recibido una señal de auxilio.

Los comunicadores dimensionales, comercializados bajo el nombre de DimCom por la empresa que los diseñó, eran las radios o sistemas de comunicación usados por las naves y bases comerciales en el espacio profundo. Gracias a un generador de distorsiones espacio-temporales similar al de los motores dimensionales, estos chismes conseguían enviar sus señales de comunicación a través de dimensiones superiores gracias al entrelazamiento cuántico, de manera instantánea, a cualquier punto del universo.

El comandante Pike pareció sobresaltado:

– ¿Cómo? ¿Habéis comprobado eso?

– Afirmativo, señor. Procede de la cercana galaxia de Andrómeda. Parece tratarse de un freelancer, señor.

– ¡Que se joda! Ya tenemos aquí bastante con lo nuestro. Los piratas estarán reagrupándose ahora mismo, y podríamos tenerlos encima en cualquier momento. No podemos…

– Señor, disculpe que le interrumpa, pero el código de navegación interestelar exige que la nave más cercana…

– … acuda en auxilio de cualquier señal de auxilio recibida. Artículo segundo el código de navegación. ¡Joder!

El oficial Jiménez se quedó unos segundos en silencio, con los ojos bien abiertos y el ceño fruncido en señal de insistencia, esperando confirmación de su comandante. Pike bajó la mirada, se llevó la mano a la barbilla y se frotó despacio el mentón con el pulgar, meditabundo. Jiménez insistió de nuevo:

– ¿Sus órdenes, señor?

Pike levantó la mirada, la cara roja de rabia.

– ¿A qué distancia está?

– A sólo dos saltos, señor.

¡Estúpidos freelancers! Siempre se andaban metiendo en problemas de los que no sabían cómo sacar el culo. Peligrosa mezcla de aventureros y temerarios ignorantes, se lanzaban a descubrir mundos con muy poca preparación, y mucho menos armamento y recursos. ¡Por supuesto que se metían en problemas! El último al que intentaron rescatar, lo encontraron aplastado en su VTD, más fino que un panel de control virtual. La fuerza gravitacional del planeta, muy superior a la de un planeta del mismo tamaño, lo había dejado clavado al suelo, y poco a poco había comenzado a aplastarlo contra la superficie. El pobre desgraciado se habría desmayado al instante debido al movimiento brusco de casi toda la sangre hacia las piernas… por suerte para él. El generador gravitacional de un VTD no es lo bastante potente para sobrevivir en planetas 10 veces más masivos que la Tierra.

Pike no pudo disimular una mueca de frustración. Su misión ahora mismo era limpiar el sector de piratas, y después podría irse a casa. Probablemente, al menos. Pero eso ahora tendría que esperar.

– ¡Está bien! ¡Rumbo a Andrómeda! ¡Ordene la preparación del salto. Vamos a sacar a ese idiota de ahí…

La fragata espacial se desvaneció al instante. Si – como Pike deseaba ahora mismo con todas sus fuerzas – la nave se hubiera encontrado en la atmósfera de un planeta rocoso, preferiblemente cerca de una playa llena de palmeras cocoteras, al desaparecer habría emitido un ligero “plop”.

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